sábado, 6 de octubre de 2007

Comentarios sobre la Pachanga

El personaje que toma el lugar de relator describe la noche, con una creciente aparición en el cuadro de la Luna. Demuestra estar viendo alguno de esos canales de cable perdidos arriba de los 70, ya que comenta casi al pasar que un predicador del clero católico se encuentra monologando en un programa televisivo. Lo que sugiere que tal vez la noche discurre en una meseta de aburrimiento. Ahora el relator increpa a su interlocutor, recordándole que le pidió movilizarse a su encuentro para dirigirse ambos a otro lado cuando, a las claras, éste no tiene deseos de hacerlo. Y lo que va en desmedro de una relación saludable entre el relator y su interlocutor, es que este último solo tiene recriminaciones para con el relator, lo que lo motiva a pedirle que no siga queriendo prolongar en el tiempo el vínculo que los une. Además le aclara que tiene planes en otro lugar donde, según parecen haberle comentado, habría un ambiente que propiciaría a la diversión estrepitosa y al no acatamiento de las convenciones de etiqueta.

El relator ahora situado en un nuevo escenario, se dirige a un interlocutor que se encuentra junto a él en la susomentada velada. Haciendo hincapié en uno de sus rasgos más ostensibles y jugando con la sinécdoque, le solicita al hombre de lustrosa calva que le sirva algo más de vino tinto y lo arenga a que siga divirtiéndose sin detenerse, ya que la festividad parece estar en casi en su punto cumbre. También le comenta, describiendo el panorama, que los otros varones exclaman a viva voz su descontento si la duración de la noche no resulta la deseada y que las féminas tienden a ser menos reticentes de ofrecer sus encantos si las bebidas alcohólicas menguan en su cantidad.

Ahora el relator vuelve a describir otro marco situacional, donde cuenta que ciertos seres antropozoomorfistas mitad hombre, mitad murciélago cruzan los cielos mientras una señora dedica sus horas a mirar televisión. Nuevamente el relator retoma la conversación con su primer interlocutor y le pregunta socarronamente si pensaba que iba a atentar contra su vida o si eran solamente efectos de cierta exposición al sol que había malogrado su capacidad de razonar en forma clara. También se ufana de lo mucho que esta disfrutando de las melodías que escucha en el lugar y de las condiciones favorables de las instalaciones.

Luego repite textualmente las frases que anteriormente le había proferido al joven de nula melena acerca de las actividades y actitudes de la gente del lugar, para más tarde retomar con renovada virulencia su diatriba a su primer interlocutor, de quien se puede percibir parece haber compartido una relación similar a un noviazgo u otro tipo de contrato informal en el que ambas partes tenían algo más profundo que una amistad. Recalca la indecisión que le demuestran sus actitudes y luego le obliga a retirarse. Y, finalmente, como si tal hecho no hubiera sucedido, vuelve a solicitar más alcohol a su compañero de ausente cuero cabelludo, instándole al bullicioso solaz sin descanso, ya que el evento se encuentra en el umbral de la apoteosis .