miércoles, 5 de septiembre de 2007

Zonda. Instrucciones para vivirlo.

Hay que venir dejando marcas en el camino a cualquier lado, como si cada oración proferida fuera un ringtone insoportable que todo el mundo padece cuando uno está por ahí. Luego hay que sentir el cuerpo fuera de lugar y desconocerlo tanto que la única salida sea el miedo o la taquicardia. Por nada del mundo la familiaridad de las cosas tiene que servir de refugio mental, por el contrario, tiene generar desesperación y lejanía, debe perturbar nuestra percepción de un modo eficaz. Debe ponernos en un lugar incómodo y dejarnos con el cerebro inerte, torpe e indolente a cualquier estímulo o llamado a la sensatez. Ayudará a la percepción del zonda quebrar las pocas seguridades que uno tenga y darse por vencido mientras el sol del mediodía acentúa la jaqueca que no nos abandona ni para dormir. También resulta de gran utilidad: soñar con gente de sombrero y traje marrón, despertarse con la cabeza transpirada y ver a algunas ex parejas a lo lejos (acompañadas y abrazadas de sus actuales) mientras se va a depositar un cheque a un banco lleno de gente que pregunta si uno entiende lo que le quieren decir y se piensa si la elegida remera roja no resalta ciertas cualidades del abdomen propio. Almorzar un tomate y un cigarrillo ajeno son cosas que le resultarán de gran utilidad. Finalmente, dormir involuntariamente durante algunos segundos en lugares públicos, sentir los ojos sumergidos en sal todo el día y marearse leyendo en el micro son cosas que no querrá evitar si lo que busca es una experiencia completa y arrolladora.